Un bar. Una canción. Y mil recuerdos. Aquella cerveza fría tenía un sabor intenso, delicioso, con toques de añoranza mezclados con un poco de melancolía y remembranza. Potenciaba lo que recibía del exterior. Aquellas notas le imprimían una sensación de euforia, fuerza interior y aquel lugar le devolvía imágenes escondidas en los arcones de sus recuerdos. Reminiscencias de tiempos mejores, de tiempos en los que los sentimientos, las sensaciones, invadían su cuerpo por completo inyectándolo de una energía inagotable. Muchos actos poco meditados, improvisados que ofrecían parte de riesgo, de emoción, que alimentaban la adrenalina que corría por sus venas y le hacían totalmente invencible. La adolescencia y la juventud, tiempos idealistas, buenos, malos y turbulentos, ignorantes del futuro pero intensos en el presente. Tiempos vividos. Tiempos pasados.
Dio el último trago y se marchó.
Dio el último trago y se marchó.
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