miércoles, 28 de marzo de 2012

La Cadena


Era de noche y aquel hombre entraba en el callejón que recorría todos los días para llegar a casa. Suponía un atajo considerable a dar la vuelta a la manzana y era un recorrido que llevaba unos años realizando y ya se había vuelto muy conocido. El callejón transmitía sensación de tristeza, de soledad, delimitado por dos edificios esbeltos cuyas fachadas de ladrillo viejo solo sujetaban escaleras metálicas de emergencia corroídas por el transcurso del tiempo. Papeles que yacían en el suelo, carteles pegados sobre la fachada de uno de los edificios doblados sobre sí mismos sin encontrar el suelo, contenedores de basura colocados a ambos lados, independientes unos de otros, totalmente aleatorios.
Entró en el callejón, más oscuro que en la calle principal apenas iluminada por farolas cuyas bombillas estaban al final de su vida útil. Avanzó por el pensando en los problemas de trabajo acaecidos en el día, probando variantes, intentando encontrar soluciones. Conforme se fue adentrando en el callejón se dio cuenta de un pequeño detalle, notaba cierta sensación extraña, no sabría explicarla pero no le gustaba. Empezó a mirar hacia atrás, quizás no era miedo pero a lo mejor desconfianza, recelo, cierto temor y no sabía por qué. Comenzó a apretar el paso, seguía mirando hacia atrás, la calle principal, más iluminada, iba quedando cada vez más lejana. De repente miró hacia delante y se le heló la sangre, había una niña sentada en una mecedora en mitad del callejón, se mecía de forma repetitiva y su mirada se le clavó en sus ojos. Aquella mirada no expresaba la infantilidad propia de la edad de aquella niña, si no algo que acontecía en su interior, algo que no parecía bueno. De pelo largo, liso, negro azabache, la niña llevaba un vestido blanco de tela que hacía juego con la palidez de su piel, salvo en la zona del párpado inferior en ambos ojos, donde se oscurecía reforzando aquella mirada sombría.
-No-puedo-llorar,-no-puedo-llorar,-no-puedo-llorar... - Repetía constantemente en un susurro que se iba elevando porco a poco, con un golpe de voz en cada palabra independientes una de otra, como si cada una formase una frase completa.
Entonces el hombre que se había quedado perplejo y asustado ante tal visión, comenzó a mirar a los lados, detrás de la niña, detrás de si mismo sin saber qué buscar. Estaba impresionado por aquella situación. La niña se balanceaba cada vez más rápido, como si la inercia no fuese con ella.
-No-puedo-llorar,-no-puedo-llorar,-no-puedo-llorar... - Seguía repitiendo en un tono más alto, con una voz  que no era suya, adulta y áspera.
Él quería sortearla e irse de allí tan rápido como pudiese, pero como no se atrevía optó por volver por donde había venido. En el momento en que lo pensó, la niña se dirigió a él.
-¿Me-das-la-mano? - Le preguntó con la misma voz mientras continuaba estática en su balanceo.
-¿La mano? - Respondió el hombre temeroso que no sabía qué hacer, le inquietaba aquella niña pero, ¿y si necesitaba su ayuda?
-No-puedo-llorar,-no-puedo-llorar,-¿me-das-la-mano? - Le volvió a preguntar perforándole con la mirada.
A lo mejor aquella niña necesitaba tratamiento psiquiátrico y él estaba dudando si ayudarla o no, pensó el hombre que poco a poco se fue convenciendo de que tenía que ayudarla. En el fondo no dejaba de ser una pobre niña.
-No-puedo-llorar,-no-puedo-llorar,-dame-la-mano - Ordenó esta vez con la voz todavía más brusca, más seca.
Entonces fue cuando tomó la determinación de acercarse a ella y cogerle de la mano, no podía más y tenía que ayudarla.
Cuando se acercó, la niña se levantó con una velocidad increíble de la mecedora y le agarró de la mano. En ese momento, el hombre notó cómo aquella pequeña mano le abrasaba la suya, entonces ella comenzó a enseñar una leve sonrisa maliciosa mientras a él le nacía una quemazón en el interior del pecho, que iba creciendo rápidamente hasta que parecía tener fuego dentro. El mismo fuego poco a poco se fue desplazando hacia el hombro, el brazo, hasta llegar a la mano que le agarraba la niña, por donde aquello pareció salir. Después, ella le soltó la mano rápidamente y se fue corriendo. El hombre se quedó muy tranquilo, pero notaba algo raro en su interior, le faltaba algo, no se podía comportar como siempre, se sentía extraño. Al rato, se dio cuenta de lo que había pasado. Se sentó en la mecedora y se meció.
-No-puedo-llorar,-no-puedo-llorar,-no-puedo-llorar...

La niña le había robado sus sentimientos.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Lágrimas


El mar se movía de manera rítmica intentando llegar cada vez más lejos sobre la arena de la playa, con una retirada rápida para un embate mayor. El paso del agua borraba las huellas producidas a lo largo del día a la vez que mojaba los pies de un joven que estaba sentado sobre la arena. El sol aquella tarde se mostraba fuerte incidiendo sobre la cara del hombre que, junto con el viento, secaban las lágrimas resbaladizas de sus mejillas. Habían pasado tan solo unas horas desde que la mujer a la que quería con todo su ser hubiese partido. Un viaje con la certeza de un regreso sin día conocido. O por lo menos era lo que pensaba él. Estaba convencido de que ella volvería. La esperaría ahí el tiempo que fuese necesario, no se movería hasta volver a contemplar su belleza. La imagen que tenía de ella era su mayor tesoro y por eso no podía dejar de ver su mirada, su sonrisa, la alegría que siempre desprendía, no podía olvidarla.
Los días se empezaron a suceder, uno detrás de otro a cada cual más largo pasando a semanas, meses y años. Pero él seguía en el mismo sitio permaneciendo con la misma esperanza, de que ella volvería, que el primer día. Su imagen seguía siendo igual de nítida y de clara, no había perdido ningún detalle.
Los años parecían dilatarse en el tiempo con la espera pero este no paraba y los años pasados se iban acumulando. Su corazón albergaba los mismos sentimientos que antaño, esta vez teñidos por la añoranza pero igual de enérgicos a pesar de la ausencia de su motor principal. Solo miraba al horizonte esperando una señal que le indicara que estaba en lo cierto y que ella habría vuelto. Aquellos sentimientos tan fuertes se sustentaban con la idea de que ella sentía lo mismo que él y por eso estaba convencido de que volvería, porque ella también le necesitaba.
Después de tanto tiempo, después de tanta espera, su corazón latía desbocado al ver la figura de la mujer a la que amaba, corría y corría hacia ella porque quería tenerla a su lado, abrazarla y saber que ya no se volvería a ir. Cuando vio detenidamente su cara, su cuerpo, se quedó perplejo, confuso al igual que ella cuya cuyas facciones expresaban duda, indecisión hasta que ambos se dieron cuenta que sus reacciones habían sido recíprocas, momento en el que se fundieron en un abrazo. Se agarraban con fuerza, las lágrimas de alegría caían en la arena, notaban como ambos corazones latían con la potencia del sentimiento más puro que era el que les había guardado la misma juventud del primer día que se separaron. El amor les había concedido otra oportunidad.   

miércoles, 14 de marzo de 2012

R. P. 3ª Parte


En un parpadeo volvía estar en el metro en el mismo sitio en el que estaba situado anteriormente. Parecía como si no hubiese pasado el tiempo, la gente continuaba con sus tareas, unos leyendo, otros escuchando música, otros pensando, pero en la misma posición y en el mismo lugar que previamente había visto. Cada vez entendía menos qué estaba pasando, no sabía si lo que había vivido era real o resultado de su imaginación, pero ahí volvía a estar sin saber cuál había sido el desenlace de la lucha irracional que había tenido.
De repente se acordó de aquel hombre de mirada penetrante y giró la cabeza para comprobar que ahí seguía. El hombre, en la misma posición que se encontraba antes, estaba pendiente de un bolso que portaba una mujer joven. Esta tuvo que apretarse contra otra persona debido a la cantidad de gente que entraba en la nueva parada. El hombre entonces se puso en movimiento lentamente y se fue ubicando paulatinamente cerca de la mujer, de manera que su mano quedaba próxima al bolso.
Él se dio cuenta de que iba a robar a la muchacha así que se levantó y cuando vio que la mano estaba introduciéndose en su bolso, gritó para avisarla. El hombre sacó la mano rápidamente y se volvió mirándole con cara de ira mientras se acercaba. Se fijó que estaba sacando una navaja según avanzaba hacía él, así que instintivamente actuó rápido. Se lanzó sobre el robusto hombre antes de que pudiese hacer nada con el cuchillo. Empezaron a forcejear mientras la gente de alrededor no salía de su asombro en unos y del miedo en otros. Era una batalla perdida el forcejear con un hombre de su constitución así que mientras, pensaba en cómo salir de aquel problema. Pronto la solución estuvo a su alcance. El hombre en un intento de darse más impulso contra él, inclinó el cuerpo hacia delante quedando ambas caras a una distancia muy reducida, circunstancia que él aprovechó para darle un cabezazo contra su tabique nasal. El efecto fue el esperado, rápidamente comenzó a sangrar por la nariz y a llorarle los ojos, cosa que empleó para empujarle. Este cayó al suelo mientras se llevaba las manos a la nariz. Según se paró el tren en la siguiente parada él salió para avisar a los trabajadores del metro del incidente con el ladrón. Dos empleados de seguridad aparecieron rápidamente y se ocuparon.
Él se paró un instante, fueron demasiados acontecimientos consecutivos que tenía que asimilar de alguna manera. Estaba nervioso, excitado, desorientado y a la vez eufórico. Una mezcla de sensaciones diferentes mientras su mente intentaba dar una explicación racional a los sucesos ocurridos.
En ese momento, un hombre misterioso con una gabardina y un maletín se acercó a él y le dijo en voz baja:
- Si crees que lo sucedido con la araña ha sido una locura, vente conmigo y te haré cambiar de opinión. - Le sugirió mientras le indicaba que le siguiera. Esto tenía menos sentido que lo anterior, pero como sabía lo de la araña siguió al enigmático hombre...CONTINUARÁ

Esta es la primera historia de R.P. de unas cuantas que quedan. La semana que viene probablemente la historia  será otra diferente que no tenga relación con R.P., pero en semanas posteriores iré publicando más sobre este argumento ¡al que todavía le queda por desarrollar!


miércoles, 7 de marzo de 2012

R. P. 2ª Parte


De repente se dio cuenta de que la masa oscura le estaba atacando a través de las formas de dos pinzas. Consiguió esquivarlas porque sin darse cuenta se movía muy rápido, se sentía ligero. Esquivó dos embestidas más y comprendió que tenía que atacar porque tarde o temprano le impactaría. Así que aprovechando su rapidez, se desplazó hasta la retaguardia de la aparente araña y le asestó un puñetazo en el cuerpo con toda la fuerza que consiguió controlar. Su extremidad blanca pegó sobre la forma negra a la que no afectó en absoluto. Esta giró rápidamente y se encaró con él volviendo a atacarle de la misma manera. Esta vez vio cómo sus pinzas llegaron a encontrarse con su forma, pero él no notó nada. Él repitió puñetazo obteniendo el mismo resultado que antes, indiferencia. Esta vez la masa oscura pareció cambiar en las formas de sus pinzas, como si comenzasen a nacer raíces flexibles de cada una de ellas que se enrollaban unas sobre otras formando un látigo consistente y con fuerza que aplicó para golpear sobre él. Esta vez notó lo que sería equivalente al dolor, mucho dolor. Su cuerpo se volvió pesado y cayó. Una vez en el suelo pudo observar que por la parte de abajo de la araña negra, se distinguía una luz oscura dentro de la masa arácnida. Esta volvió a arremeter contra él con un latigazo hacia el suelo que consiguió esquivar desplazándose lateralmente. Se levantó teniendo claro, sin saber por qué, que tenía que ir a por la luz oscura, así que con la velocidad que pudo, se acercó e intentó agarrar a la forma negra, pero esta la interceptó con otro latigazo que le volvió a llevar al suelo con mucho dolor. Empezaba a sentir una rabia interior muy fuerte porque no entendía, no controlaba, sufría y la impotencia le invadía por completo. De repente notó cómo esa rabia, esa fuerza interior se fue desplazando hacia una de las extremidades que hacía de brazo, modificando su forma convirtiéndola en punzante con un filo a modo de espada. Lo vio claro, se levantó rápidamente y comenzó a descargar una y otra vez su cuchilla blanca sobre el látigo de la masa negra cortándolo limpiamente mientras salpicaba fluido oscuro. Continuó hasta llegar al cuerpo, sobre el que clavó el arma, prolongación de su extremidad. La criatura negra quedó ensartada, cayó al suelo, se movía pataleando y moviendo lo que podría ser la cabeza sin poder hacer nada mientras seguía soltando líquido atezado. Él zarandeó el brazo cortante para abrir más hueco e introdujo la otra extremidad dentro de la masa negra, le costaba moverla en su interior, era muy espesa pero tenía un objetivo y lo iba a conseguir. Hundió más su brazo blanco lleno de salpicaduras negras buscando la luz interior hasta que la notó. Era como si le abrasara, pero aguantó hasta que la sacó de la araña negra cuya herida agitaba un fluido oscuro...CONTINUARÁ