miércoles, 5 de diciembre de 2012

El Amanecer

El amanecer perfila el horizonte,
y ahí está el hombre como polizonte,
en el mar y con oleaje,
bajo la luz anaranjada
transportando algo de bagaje
y sin darse cuenta de nada.
El amanecer perfila el horizonte
desde el inicio, desde el origen,
y ahí está el hombre como polizonte
rompe y rompe las reglas que rigen
una y otra vez, una y otra vez,
las normas que dirigen la vida
porque para él son una idiotez,
los propios recursos dilapida,
y que sin darnos cuenta de nada,
filosofía tierra quemada,
en la que el rey es el egoísmo
que le está destruyendo a si mismo
con manos sabe que ensangrentadas
excava y excava sin entender,
con cada tierra arrasada,
que en su profunda tumba ha de caer,
bajo el amanecer y su mirada.

miércoles, 25 de abril de 2012

Cruz de Dios 1ª Parte


El Teniente De La Riva se lo había dejado bastante claro, tenía que salir de la trinchera e ir directo a través de la zona de fuego hasta la siguiente que había excavada a 200 metros más adelante.
- Soldado de primera Cruz de Dios, tendrá que atravesar parte del campo de fuego para llegar a la siguiente trinchera y comprobar si existe enemigo alguno, y en caso de que así sea, ¡eliminarlo! – dijo con nerviosismo – recuerde que este tipo de acciones son las que pueden marcar una diferencia, hacer que la balanza se incline ligeramente hacia nuestro favor. Salga ahí, llegue hasta la trinchera, elimine al enemigo y conseguirá que avancemos en esta guerra, sabe que confío en usted porque sé que lo logrará. – se quedó callado fijando su mirada penetrante sobre sus ojos, una mirada de un hombre sin miedo que transmitía fuerza y seguridad sobre él, esperando a su aprobación.
El soldado de primera Cruz de Dios asintió con la cabeza, llenó sus pulmones de aire viciado con sabor a pólvora y salió de la zanja. Empezó a correr a través del campo de fuego notando como los proyectiles se empezaban a avivar conforme se iba acercando hacia la trinchera, unos cerca y otros más lejos. A mitad de camino empezó a notar como sus pulmones ardían por dentro cada vez que cogían aire, solo tenia en mente llegar hasta allí a través de la lluvia de disparos que iban de un lado a otro hasta que de repente, a la izquierda, hubo un sonido ensordecedor con tal fuerza que le desplazó hacia la derecha tirándole al suelo. Pronto se recuperó y echó a correr al ver que su objetivo estaba muy cerca cuando se tropezó con  un hoyo que había en el terreno cayendo de nuevo al suelo, y según se volvía a levantar, oyó un sonido metálico y notó un impacto en el casco que casi le tira al suelo, pero no le impidió llegar por fin hasta la trinchera donde se dejó caer con la bayoneta apuntando a un lado y a otro, hasta que se dio cuenta de que no había ningún enemigo a la vista. Suspiró descansando unos segundos y observó el proyectil que se había clavado en el casco. Empezó a cavilar que siempre el Teniente conseguía convencerle para hacer estas locuras, y al pararse a pensar se daba cuenta de las acciones suicidas que acababa haciendo. Pero en el fondo le gustaba. No sabía si era la adrenalina o el riesgo que le hacían sentir como si se tirase al vacío pero con más intensidad, ya que aquí podía morir en cualquier instante.
Al rato, llegaron más compañeros del pelotón y el Teniente De La Riva. Mientras el resto del pelotón revisaba la existencia de algún posible enemigo en la defensa, el Teniente se dirigió a Cruz de Dios:
- Muy bien soldado, le felicito porque ha hecho una acción de gran valor e importancia. Ahora descanse soldado. Esta noche tendrán una misión de gran relevancia. - Aseveró el Teniente...CONTINUARÁ 

miércoles, 18 de abril de 2012

Haiku


La semana pasada un grandísimo amigo me enseñó algunos Haikus, y me explicó sobre ellos. Me picó la curiosidad así que he querido intentar algunos, momento en el que me di cuenta cómo la simplicidad complica su formación pero a la vez, cómo con tan poco se puede expresar tanto. Los dos primeros no respetan la regla de 5-7-5, el resto sí. Aún así, algunas normas no se habrán cumplido en cualquiera de ellos. No ha sido una labor estricta si no de simple esparcimiento, disfrutando en su composición.

De presente a pasado
así es la vida,
cuando la muerte llega.

Notas y melodías
suenan toda la vida,
corazón palpitante.

Arena fina
escapa poco a poco,
la vida rápida.

Largo camino
corre, corre ya
rápido se irá

Imperceptible,
hoja que se cae.
Una belleza.

miércoles, 11 de abril de 2012

Pista


Un golpe. Un candelabro. Estaba en el suelo, le habían lesionado y se arrastraba. No podía mover la pierna de la contundencia del impacto. Tenía que salir de la biblioteca. Todavía tenía algo de tiempo ya que consiguió alcanzar a su agresor en la cara, con el canto de uno de los libros de una de las estanterías, en el instante en que el asesino le asestó con el candelabro. Si quería alguna posibilidad de vivir tendría que salir de aquella habitación. Seguía arrastrándose hacia puerta hasta que se le ocurrió una idea mejor. Intentaría coger el candelabro y tirarlo por la ventana. Aquello le daría más tiempo para salir de allí o por lo menos continuar vivo un poco más. Le daba miedo porque se tendría que acercar al hombre que estaba tendido en el suelo. Le debió golpear en la cabeza para que cayese como un fardo. La pierna le dolía demasiado pero se dirigió al agresor y se dispuso a agarrar el candelabro en el mismo momento en que este también lo hacía. De repente, había abierto los ojos y con cara de ira tiró del candelabro hacia sí. Forcejearon en el suelo hasta que el asesino perdió el objeto contundente. Él, a pesar del dolor agudo que le atenazaba a la pierna, logró impactarle con el arma en el torso, el agresor cayó y él se arrastró en busca de la salida de aquella estancia. Llevaba el candelabro en la mano. Cuando logró alcanzar la puerta, se fijó que por la parte exterior a la habitación había una llave encajada en la cerradura. Miró al interior de la biblioteca y vio al hombre tumbado en el suelo con el libro con el que le había sacudido la primera vez cerca suyo también en el piso. Se limitó a cerrar la puerta y echar la llave. Le había echado a perder el Cluedo.

miércoles, 4 de abril de 2012

Estrellas


Era una noche increíble. Se contemplaban las estrellas con una claridad que pocas veces había visto. Brillaban con la luz de la vida que contenían y aquello se contagiaba, desprendían una cantidad de energía extraordinaria, tanto que se quedaban grabadas en la retina al admirarlas por un rato. Eran tantas que contarlas le podría llevar mil vidas. Ella solo pedía una, la que le querían quitar, la que le quedaba por vivir, la que le quedaba por disfrutar. El fin estaba cerca y solo quería pensar en la noche tan hermosa que le envolvía. Estaba en el patio y la podía observar en todo su apogeo. No quería mirar hacia abajo, estaría el rato que le quedaba encarando a aquella noche tan limpia, tan nítida. No quería volver la mirada hacia abajo por no ver el mundo que no entendía. Aquel mundo que decidía por ella, aquel mundo que le iba a robar la vida y que le estaba haciendo tanto daño. Le avisó con suficiente antelación, tiempo en el que mantuvo la esperanza, en la que mantuvo la luz, ambas aniquiladas después de la decisión. No culpaba a la humanidad, culpaba al mismo mundo que le había creado. Las injusticias y las crueldades, de las que se había dado cuenta que eran la base del orden social y natural, no tenían solución. Solo la sociedad podía cambiar, pero para eso era necesario gente que luchase con el corazón como pensamiento y valores morales justos como armas. Pero ella no lo vería. Le quedaba tan poco tiempo que solo quería observar las estrellas y el esplendor de su libertad en la oscuridad. Su último deseo, la liberación de la noche, el privilegio de saltar de estrella en estrella sin cadenas. Aquel momento se acabó, echó un último vistazo al cielo por el que la luz entraba a través de pequeños orificios, agarró los grilletes para no tropezarse y fue a sentarse junto a la muerte.

miércoles, 28 de marzo de 2012

La Cadena


Era de noche y aquel hombre entraba en el callejón que recorría todos los días para llegar a casa. Suponía un atajo considerable a dar la vuelta a la manzana y era un recorrido que llevaba unos años realizando y ya se había vuelto muy conocido. El callejón transmitía sensación de tristeza, de soledad, delimitado por dos edificios esbeltos cuyas fachadas de ladrillo viejo solo sujetaban escaleras metálicas de emergencia corroídas por el transcurso del tiempo. Papeles que yacían en el suelo, carteles pegados sobre la fachada de uno de los edificios doblados sobre sí mismos sin encontrar el suelo, contenedores de basura colocados a ambos lados, independientes unos de otros, totalmente aleatorios.
Entró en el callejón, más oscuro que en la calle principal apenas iluminada por farolas cuyas bombillas estaban al final de su vida útil. Avanzó por el pensando en los problemas de trabajo acaecidos en el día, probando variantes, intentando encontrar soluciones. Conforme se fue adentrando en el callejón se dio cuenta de un pequeño detalle, notaba cierta sensación extraña, no sabría explicarla pero no le gustaba. Empezó a mirar hacia atrás, quizás no era miedo pero a lo mejor desconfianza, recelo, cierto temor y no sabía por qué. Comenzó a apretar el paso, seguía mirando hacia atrás, la calle principal, más iluminada, iba quedando cada vez más lejana. De repente miró hacia delante y se le heló la sangre, había una niña sentada en una mecedora en mitad del callejón, se mecía de forma repetitiva y su mirada se le clavó en sus ojos. Aquella mirada no expresaba la infantilidad propia de la edad de aquella niña, si no algo que acontecía en su interior, algo que no parecía bueno. De pelo largo, liso, negro azabache, la niña llevaba un vestido blanco de tela que hacía juego con la palidez de su piel, salvo en la zona del párpado inferior en ambos ojos, donde se oscurecía reforzando aquella mirada sombría.
-No-puedo-llorar,-no-puedo-llorar,-no-puedo-llorar... - Repetía constantemente en un susurro que se iba elevando porco a poco, con un golpe de voz en cada palabra independientes una de otra, como si cada una formase una frase completa.
Entonces el hombre que se había quedado perplejo y asustado ante tal visión, comenzó a mirar a los lados, detrás de la niña, detrás de si mismo sin saber qué buscar. Estaba impresionado por aquella situación. La niña se balanceaba cada vez más rápido, como si la inercia no fuese con ella.
-No-puedo-llorar,-no-puedo-llorar,-no-puedo-llorar... - Seguía repitiendo en un tono más alto, con una voz  que no era suya, adulta y áspera.
Él quería sortearla e irse de allí tan rápido como pudiese, pero como no se atrevía optó por volver por donde había venido. En el momento en que lo pensó, la niña se dirigió a él.
-¿Me-das-la-mano? - Le preguntó con la misma voz mientras continuaba estática en su balanceo.
-¿La mano? - Respondió el hombre temeroso que no sabía qué hacer, le inquietaba aquella niña pero, ¿y si necesitaba su ayuda?
-No-puedo-llorar,-no-puedo-llorar,-¿me-das-la-mano? - Le volvió a preguntar perforándole con la mirada.
A lo mejor aquella niña necesitaba tratamiento psiquiátrico y él estaba dudando si ayudarla o no, pensó el hombre que poco a poco se fue convenciendo de que tenía que ayudarla. En el fondo no dejaba de ser una pobre niña.
-No-puedo-llorar,-no-puedo-llorar,-dame-la-mano - Ordenó esta vez con la voz todavía más brusca, más seca.
Entonces fue cuando tomó la determinación de acercarse a ella y cogerle de la mano, no podía más y tenía que ayudarla.
Cuando se acercó, la niña se levantó con una velocidad increíble de la mecedora y le agarró de la mano. En ese momento, el hombre notó cómo aquella pequeña mano le abrasaba la suya, entonces ella comenzó a enseñar una leve sonrisa maliciosa mientras a él le nacía una quemazón en el interior del pecho, que iba creciendo rápidamente hasta que parecía tener fuego dentro. El mismo fuego poco a poco se fue desplazando hacia el hombro, el brazo, hasta llegar a la mano que le agarraba la niña, por donde aquello pareció salir. Después, ella le soltó la mano rápidamente y se fue corriendo. El hombre se quedó muy tranquilo, pero notaba algo raro en su interior, le faltaba algo, no se podía comportar como siempre, se sentía extraño. Al rato, se dio cuenta de lo que había pasado. Se sentó en la mecedora y se meció.
-No-puedo-llorar,-no-puedo-llorar,-no-puedo-llorar...

La niña le había robado sus sentimientos.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Lágrimas


El mar se movía de manera rítmica intentando llegar cada vez más lejos sobre la arena de la playa, con una retirada rápida para un embate mayor. El paso del agua borraba las huellas producidas a lo largo del día a la vez que mojaba los pies de un joven que estaba sentado sobre la arena. El sol aquella tarde se mostraba fuerte incidiendo sobre la cara del hombre que, junto con el viento, secaban las lágrimas resbaladizas de sus mejillas. Habían pasado tan solo unas horas desde que la mujer a la que quería con todo su ser hubiese partido. Un viaje con la certeza de un regreso sin día conocido. O por lo menos era lo que pensaba él. Estaba convencido de que ella volvería. La esperaría ahí el tiempo que fuese necesario, no se movería hasta volver a contemplar su belleza. La imagen que tenía de ella era su mayor tesoro y por eso no podía dejar de ver su mirada, su sonrisa, la alegría que siempre desprendía, no podía olvidarla.
Los días se empezaron a suceder, uno detrás de otro a cada cual más largo pasando a semanas, meses y años. Pero él seguía en el mismo sitio permaneciendo con la misma esperanza, de que ella volvería, que el primer día. Su imagen seguía siendo igual de nítida y de clara, no había perdido ningún detalle.
Los años parecían dilatarse en el tiempo con la espera pero este no paraba y los años pasados se iban acumulando. Su corazón albergaba los mismos sentimientos que antaño, esta vez teñidos por la añoranza pero igual de enérgicos a pesar de la ausencia de su motor principal. Solo miraba al horizonte esperando una señal que le indicara que estaba en lo cierto y que ella habría vuelto. Aquellos sentimientos tan fuertes se sustentaban con la idea de que ella sentía lo mismo que él y por eso estaba convencido de que volvería, porque ella también le necesitaba.
Después de tanto tiempo, después de tanta espera, su corazón latía desbocado al ver la figura de la mujer a la que amaba, corría y corría hacia ella porque quería tenerla a su lado, abrazarla y saber que ya no se volvería a ir. Cuando vio detenidamente su cara, su cuerpo, se quedó perplejo, confuso al igual que ella cuya cuyas facciones expresaban duda, indecisión hasta que ambos se dieron cuenta que sus reacciones habían sido recíprocas, momento en el que se fundieron en un abrazo. Se agarraban con fuerza, las lágrimas de alegría caían en la arena, notaban como ambos corazones latían con la potencia del sentimiento más puro que era el que les había guardado la misma juventud del primer día que se separaron. El amor les había concedido otra oportunidad.   

miércoles, 14 de marzo de 2012

R. P. 3ª Parte


En un parpadeo volvía estar en el metro en el mismo sitio en el que estaba situado anteriormente. Parecía como si no hubiese pasado el tiempo, la gente continuaba con sus tareas, unos leyendo, otros escuchando música, otros pensando, pero en la misma posición y en el mismo lugar que previamente había visto. Cada vez entendía menos qué estaba pasando, no sabía si lo que había vivido era real o resultado de su imaginación, pero ahí volvía a estar sin saber cuál había sido el desenlace de la lucha irracional que había tenido.
De repente se acordó de aquel hombre de mirada penetrante y giró la cabeza para comprobar que ahí seguía. El hombre, en la misma posición que se encontraba antes, estaba pendiente de un bolso que portaba una mujer joven. Esta tuvo que apretarse contra otra persona debido a la cantidad de gente que entraba en la nueva parada. El hombre entonces se puso en movimiento lentamente y se fue ubicando paulatinamente cerca de la mujer, de manera que su mano quedaba próxima al bolso.
Él se dio cuenta de que iba a robar a la muchacha así que se levantó y cuando vio que la mano estaba introduciéndose en su bolso, gritó para avisarla. El hombre sacó la mano rápidamente y se volvió mirándole con cara de ira mientras se acercaba. Se fijó que estaba sacando una navaja según avanzaba hacía él, así que instintivamente actuó rápido. Se lanzó sobre el robusto hombre antes de que pudiese hacer nada con el cuchillo. Empezaron a forcejear mientras la gente de alrededor no salía de su asombro en unos y del miedo en otros. Era una batalla perdida el forcejear con un hombre de su constitución así que mientras, pensaba en cómo salir de aquel problema. Pronto la solución estuvo a su alcance. El hombre en un intento de darse más impulso contra él, inclinó el cuerpo hacia delante quedando ambas caras a una distancia muy reducida, circunstancia que él aprovechó para darle un cabezazo contra su tabique nasal. El efecto fue el esperado, rápidamente comenzó a sangrar por la nariz y a llorarle los ojos, cosa que empleó para empujarle. Este cayó al suelo mientras se llevaba las manos a la nariz. Según se paró el tren en la siguiente parada él salió para avisar a los trabajadores del metro del incidente con el ladrón. Dos empleados de seguridad aparecieron rápidamente y se ocuparon.
Él se paró un instante, fueron demasiados acontecimientos consecutivos que tenía que asimilar de alguna manera. Estaba nervioso, excitado, desorientado y a la vez eufórico. Una mezcla de sensaciones diferentes mientras su mente intentaba dar una explicación racional a los sucesos ocurridos.
En ese momento, un hombre misterioso con una gabardina y un maletín se acercó a él y le dijo en voz baja:
- Si crees que lo sucedido con la araña ha sido una locura, vente conmigo y te haré cambiar de opinión. - Le sugirió mientras le indicaba que le siguiera. Esto tenía menos sentido que lo anterior, pero como sabía lo de la araña siguió al enigmático hombre...CONTINUARÁ

Esta es la primera historia de R.P. de unas cuantas que quedan. La semana que viene probablemente la historia  será otra diferente que no tenga relación con R.P., pero en semanas posteriores iré publicando más sobre este argumento ¡al que todavía le queda por desarrollar!


miércoles, 7 de marzo de 2012

R. P. 2ª Parte


De repente se dio cuenta de que la masa oscura le estaba atacando a través de las formas de dos pinzas. Consiguió esquivarlas porque sin darse cuenta se movía muy rápido, se sentía ligero. Esquivó dos embestidas más y comprendió que tenía que atacar porque tarde o temprano le impactaría. Así que aprovechando su rapidez, se desplazó hasta la retaguardia de la aparente araña y le asestó un puñetazo en el cuerpo con toda la fuerza que consiguió controlar. Su extremidad blanca pegó sobre la forma negra a la que no afectó en absoluto. Esta giró rápidamente y se encaró con él volviendo a atacarle de la misma manera. Esta vez vio cómo sus pinzas llegaron a encontrarse con su forma, pero él no notó nada. Él repitió puñetazo obteniendo el mismo resultado que antes, indiferencia. Esta vez la masa oscura pareció cambiar en las formas de sus pinzas, como si comenzasen a nacer raíces flexibles de cada una de ellas que se enrollaban unas sobre otras formando un látigo consistente y con fuerza que aplicó para golpear sobre él. Esta vez notó lo que sería equivalente al dolor, mucho dolor. Su cuerpo se volvió pesado y cayó. Una vez en el suelo pudo observar que por la parte de abajo de la araña negra, se distinguía una luz oscura dentro de la masa arácnida. Esta volvió a arremeter contra él con un latigazo hacia el suelo que consiguió esquivar desplazándose lateralmente. Se levantó teniendo claro, sin saber por qué, que tenía que ir a por la luz oscura, así que con la velocidad que pudo, se acercó e intentó agarrar a la forma negra, pero esta la interceptó con otro latigazo que le volvió a llevar al suelo con mucho dolor. Empezaba a sentir una rabia interior muy fuerte porque no entendía, no controlaba, sufría y la impotencia le invadía por completo. De repente notó cómo esa rabia, esa fuerza interior se fue desplazando hacia una de las extremidades que hacía de brazo, modificando su forma convirtiéndola en punzante con un filo a modo de espada. Lo vio claro, se levantó rápidamente y comenzó a descargar una y otra vez su cuchilla blanca sobre el látigo de la masa negra cortándolo limpiamente mientras salpicaba fluido oscuro. Continuó hasta llegar al cuerpo, sobre el que clavó el arma, prolongación de su extremidad. La criatura negra quedó ensartada, cayó al suelo, se movía pataleando y moviendo lo que podría ser la cabeza sin poder hacer nada mientras seguía soltando líquido atezado. Él zarandeó el brazo cortante para abrir más hueco e introdujo la otra extremidad dentro de la masa negra, le costaba moverla en su interior, era muy espesa pero tenía un objetivo y lo iba a conseguir. Hundió más su brazo blanco lleno de salpicaduras negras buscando la luz interior hasta que la notó. Era como si le abrasara, pero aguantó hasta que la sacó de la araña negra cuya herida agitaba un fluido oscuro...CONTINUARÁ

miércoles, 29 de febrero de 2012

R. P. 1ª Parte


Otro día más. Otra vez la misma rutina. Ya estaba sentado en el mismo sitio de siempre. Había bastantes caras que debían seguir la misma rutina que él porque también repetían todos los días. Aunque no había tratado nunca con ninguna de estas personas, eran conocidas por el día a día en el mismo vagón de tren. Ahí estaba él sentado, se le había olvidado el libro que se iba leyendo todas las mañanas y que le hacía el viaje menos rutinario. Esta vez se tendría que conformar con mirar a la gente y pensar en cosas que tenía pendientes, aunque a veces era curioso contemplar el comportamiento de la gente. Esta vez, en concreto, le llamaba la atención una persona muy peculiar y a la que no había visto antes. Estaba de pie, era un hombre grande, de facciones duras y con semblante serio. Movía la cabeza observando con mucho interés de un lado a otro en función de la persona que le interesaba en cada momento. Se fijaba en las bolsas, mochilas, carteras y demás elementos que llevaba la gente. En ese momento el hombre giró la cabeza y se encontraron las miradas por un instante. Fue un espacio de tiempo muy pequeño pero bastó para que le hombre le clavara la mirada, una mirada penetrante.
A partir de ese momento observó como el hombre empezó a sufrir una transformación, como poco a poco iba surgiendo de si mismo una mancha negra que se iba haciendo cada vez más grande. No sabía que estaba ocurriendo. La realidad parecía distorsionarse, aquella mancha negra comenzaba a adquirir volumen para transformarse e ir tomando forma. A la vez, el entorno estaba cambiando, poco a poco el tren empezaba a desdibujarse así como las personas de su alrededor. No creía lo que sus ojos estaban viendo, su cerebro trabajaba a toda velocidad para conseguir una explicación racional de todo lo que estaba sucediendo. La transformación continuaba, a la masa oscura le estaba naciendo una serie de extremidades sin forma concreta y sin rumbos definidos. El tren había desaparecido al ser difuminado y entremezclado con lo que parecía un nuevo entorno más oscuro. Aparentaba un bosque totalmente yermo y con árboles de formas dantescas carentes totalmente de vegetación alguna. No daba crédito a lo que estaba viendo, no sabía si el miedo que sentía era superior a la incredulidad o al revés. No entendía nada de lo que estaba pasando. La masa negra estaba tomando forma de lo que parecía una araña ya que tenía ocho extremidades que nacían de una especie de cuerpo. La oscura forma no tenía una textura definida. Comenzó a moverse para dirigirse hacia él. Estaba aterrado, no sabía qué hacer, pensaba en salir corriendo hasta que se dio cuenta de un detalle importante, su cuerpo había cambiado. Ya no era el mismo, ahora él era una masa blanca con la forma de lo que asemejaba un cuerpo de hombre con una constitución mucho mayor de la que él tenía. Tampoco tenía una textura definida. Las sensaciones eran extrañas, como si notase una menor gravedad sobre su forma y los sentidos tal y como él los había conocido ya no eran tales, simplemente habían cambiado a algo que él desconocía. Era como un niño recién nacido a un mundo desconocido de sensaciones en un cuerpo nuevo que no controlaba...CONTINUARÁ

miércoles, 22 de febrero de 2012

Atardeceres


Observaba el crepúsculo al anochecer, como todos los días, en aquel campo cambiante de tonalidades debido a la luz del sol que se iba escondiendo por el horizonte. Era un espectáculo que aunque lo viese todos los días, le seguía pareciendo fascinante, aquel despliegue de colores en el cielo y las variaciones de los mismos que reflejaban el campo y la vegetación. Tenía suerte de poder admirar todos los días cada uno de los atardeceres. Ninguno era igual, todos diferentes aunque pareciesen iguales, cada uno tenía una particularidad distinta que le motivaba al día siguiente para volver a contemplarlo. En estos momentos era cuando más reflexionaba, cuando se acordaba de aquellos días soleados de verano en que los niños iban a verle y a jugar con el. Siempre le cogían el sombrero para ponérselo y quitárselo entre ellos mientras reían, corrían y saltaban por el campo. Iban casi todos los días animando allá por donde fueren y le daban una gran felicidad, felicidad que le faltaba en los duros inviernos. El frío, las lluvias, la nieve. Eran condiciones climatológicas realmente adversas, pero lo que verdaderamente le costaba era la soledad que le inundaba al ver el campo yermo y vacío de las voces, las carreras y los juegos de los niños. Algunos días, cuando las nevadas eran fuertes y dejaban mucha nieve a su paso, salían a lanzarse bolas y a tirarse en la nieve. Era divertido cómo a el también le tiraban algunas acertando la gran mayoría.
Tanto tiempo había pasado en estos campos que no le quedaba nada por ver, el duro trabajo día a día, la siembra, la cosecha, la recolecta y como en algunos casos se perdía todo el trabajo porque no llovió cuando debió o llovió cuando sobró. Era como si fuesen sus campos, el los llevaba vigilando mucho tiempo y el consideraba que tenía cierto derecho sobre ellos por méritos propios. Cumplía bien con su trabajo. Tantos años le habían hecho ver tantas cosas, que de muchas de ellas no se acordaba. Las que si rememoraba de vez en cuando eran todas las personas que habían estado trabajando aquellos campos, y aquellos niños felices que fueron creciendo atardecer tras atardecer para dar paso a los siguientes que, sin saber muy bien cómo, siempre le habían llamado Eddie, El Espantapájaros.

miércoles, 15 de febrero de 2012

La Rosa Azul


Él se quedó mirando, atrapado, por una rato aquella flor que destacaba sobre el resto de la vegetación. Era inusual pero con una belleza extraña, contradictoria pero atrayente.
Con su tallo recio y espinoso, se levantaba erguida mostrando su color azul orgullosa a través de pétalos concéntricos, recortados, que se abrían hacia afuera mostrando la belleza de una excepcional rosa azul.
Aquel chico joven, no podía creer cómo una flor como aquella todavía aguantaba bajo el estigma de la guerra.
Él no quería salir de ahí, no quería levantarse. Sostenía un arma automática más como algo para aferrarse que como un instrumento bélico. No escuchaba nada, pero si miraba de un lado a otro, veía como sus compañeros disparaban una bala detrás de otra, como, poco a poco, iban cayendo uno tras otro bajo el fuego enemigo. Caras conocidas yacían en la tierra con la mirada perdida, en un infinito del que nunca regresarían.
Volvió a mirar a la rosa azul, él quería ser como ella, inmóvil, duradero. El viento soplaba levemente pero ahí estaba la flor, inmóvil, duradera, inmodesta.
Bombas caían haciendo saltar por los aires todo cuanto acertaban. Soldados impulsados por el efecto explosivo, que quedaban tendidos en medio de las trincheras, unos quietos y otros que se arrastraban sin saber a dónde se dirigían, buscando algo que no encontrarían.  
Pero él seguía ahí, inmóvil, sin comprender el por qué de esta guerra, él no entendía los conceptos de obediencia, valor, honor, patriotismo. Él era cobarde y no quería estar ahí. Él no quería matar, pero sabía que le iban a matar. Poco a poco, a su alrededor, contemplaba como el número de hombres sin vida aumentaba de forma exponencial, estaba siendo testigo de la aniquilación de un ejército, de su ejército al que no quería pertenecer, pero que le robaría su vida a manos del enemigo.
Volvió su atención sobre la rosa azul, envidiaba su valor y su coraje. Todavía continuaba erguida, imponente, llamando la atención con su belleza entre el caos y la destrucción. Quería que fuese lo último que sus ojos vieran antes de morir, para pensar y convencerse a sí mismo, de que todavía quedaban cosas bonitas en este mundo cruel y despiadado.
Regresó al campo de batalla al ver que su ejército estaba en las últimas. Pocos quedaban en pie. Esto le hizo pensar rápido y concluyó que, al igual que la rosa azul, se quedaría inmóvil, le pondría valor y llamaría la atención.
Cuando llegaron los soldados del ejército enemigo para finalizar la masacre, se encontraron con el cadáver de un soldado que yacía en el suelo parcialmente cubierto por sus compañeros y por gran cantidad de sangre, en un intento, en sus últimos momentos, por alcanzar una rosa azul que permanecía intacta en el campo de batalla. Tenía la cara con lágrimas sucias mezcladas por la tierra, con los ojos clavados en la flor.
A los militares les hizo gracia el ver como el infeliz muerto intentó coger una flor en sus últimos coletazos. Pisaron la flor hasta que los pétalos quedaron esparcidos por la tierra, manchados y rotos. Habían destrozado aquella rosa azul, tan excepcional, tan especial. Cuando se fueron, no se dieron cuenta de que el muerto estaba llorando.

sábado, 11 de febrero de 2012

Arte Contemporáneo; 2ª Parte


Después del encuentro llegaba el momento de la comunicación. Cada fantasma se comunicaba de una forma diferente. Ninguno emitía ningún tipo de sonido pero tenían una característica concreta a través de la cual se expresaban. En este caso, el vehículo de la comunicación podría ser el pincel.
Así que se quedó parado viendo cómo el fantasma se acercaba a él, le rodeaba mientras lo observaba y se situaba cerca del cuadro más próximo. Se le quedó mirando un rato, tenía una mirada triste, un poco melancólica. Poco después comenzó a mojar su pincel en la paleta y se dispuso a pintar sobre el cuadro. Él se acerco despacio para observar si aquellos trazos significarían algo.
El cuadro original parecía que había perdido todo rastro de lo que fue, solo quedaba el marco y el lienzo sobre el que el fantasma lanzaba pinceladas con movimientos muy concretos y seguros, movimientos que daban a entender que estaba visualizando perfectamente lo que quería representar.
Poco a poco se fue distinguiendo lo que parecía el interior del museo actualmente, concretamente la zona en la que estaban situados los dos. Estaba oscuro pero se observaba el resplandor del diamante.
Cuando parecía que el fantasma consideró que había finalizado, se deslizó hacia atrás e hizo un gesto indicándole el cuadro. Era una señal para decirle que lo había acabado, así que él se acercó un poco más y efectivamente estaba en lo correcto, era una imagen de la parte de la galería en la que estaban, en la que aparecía una silueta y el brillo de la piedra preciosa. Él intuyó que era él. De repente, el fantasma se aproximó al cuadro y comenzó a pintar de nuevo, esta vez con más rapidez que la anterior pero con igual seguridad y certeza que antes. Él se apartó para permitir que volviera a retomar el cuadro.
Poco después, se volvió a apartar dejándose llevar por el aire y le hizo el mismo gesto que antes. Entonces él se acercó para observar y vio que la escena parecía igual, solo que en este caso el brillo del diamante no se apreciaba. Volvió a ver la misma silueta que antes en el mismo sitio. No estaba entendiendo el mensaje que el fantasma le estaba queriendo transmitir.
El espíritu volvió a la carga sobre el cuadro con sus nuevas pinceladas. Cada vez tardaba menos en la ejecución de las imágenes. Esta vez, al igual que las anteriores, se escurrió hacia atrás flotando. Él se acercó apresurado a ver la siguiente representación. En ese momento la luz existente disminuyó y se dio cuenta de que el brillo del diamante había desaparecido de la galería. Miró a los lados para asegurarse de que así era y después observó al fantasma. Continuaba con la misma expresión en la cara pero claro, al momento cayó en que los espíritus solo podían expresar el sentimiento que los mantenía atados al mundo terrenal. Este comenzó a restregar su pincel sobre la paleta mientras se acercaba de nuevo al cuadro comenzando otra imagen. Esta vez iba muy rápido pero siempre seguro de lo que pintaba. Cada imagen parecía verla con mucha nitidez mientras la realizaba.
Según acabó, se volvió a retirar suspendido en el aire. Él se precipitó para ver la nueva imagen. Esta vez el cuadro no parecía haber cambiado en nada. El brillo del diamante seguía sin aparecer. Aunque según se fue fijando observó a la primera silueta de las imágenes anteriores y le pareció discernir a otra silueta. Parecía que había dibujado a ambos pero seguía sin comprender el sentido de todo esto.
Miró al fantasma y le hizo un gesto de incomprensión. El espíritu le observó y volvió a mover su pincel sobre el lienzo con una rapidez extraordinaria. La nueva imagen estaba lista. Él se acercó de nuevo y observó que la representación volvía a ser la misma, con la diferencia de que la segunda silueta estaba más cerca de la primera. Se quedó pensando. No entendía. Él y el fantasma. No lo relacionaba. De repente, notó cómo unas manos le agarraban el cuello y empezaban a apretar fuerte. Él intentó aflojarlas pero tenían mucha fuerza. No podía respirar, parecía que le iba a estallar la cabeza de la presión. Veía al fantasma inmóvil observando. Totalmente insensible al acontecimiento. Poco a poco notaba como las fuerzas le abandonaban de las extremidades y la vista se le nublaba hasta que la negrura le invadió. Empezaron a pasar por su mente las imágenes dibujadas por el fantasma una detrás de otra, una y otra vez. En ese momento se dio cuenta de que los fantasmas eran invisibles.
                                                                              FIN 

miércoles, 8 de febrero de 2012

Arte Contemporáneo; 1ª Parte


El museo tenía un aspecto totalmente diferente a como se veía de día, la noche caía sobre el, salvo en las zonas iluminadas por los focos estratégicamente situados para resaltar las partes más majestuosas del edificio, así como para reconocer levemente su silueta mostrando su gran volumetría.
La pinacoteca permanecía cerrada durante la noche, pero él entró a través de la puerta de entrada, se identificó y accedió al vestíbulo principal que era donde le esperaban.
Eran un par de hombres mayores, los dos principales cargos en la dirección del museo, que solicitaban la ayuda de un experto.
Se adentraron, pasado el vestíbulo, a la sala principal donde se mostraban, ahora casi sin luz, las obras más importantes. Era un espacio abierto, a modo de patio interior techado, limitado por columnas que daban lugar a pequeñas galerías en ambas plantas del edificio. En dichas galerías se distribuían parte de las colecciones más importantes. En el centro, delante suyo, se mostraba curiosamente un diamante rosa con un brillo casi mágico teniendo en cuenta la falta de luz. Refulgía de una manera especial, proporcionando con reflejos cierta luz que repelía a la oscuridad. Era un diamante cuya historia siempre estuvo vinculada al museo y por eso se mostraba allí con todo su esplendor.
El encargo por parte de los mandatarios era un problema de índole paranormal con el que no tendría demasiados inconvenientes. Él era un experto en la materia, entre otras cosas porque él tenía la capacidad de ver fantasmas, y el problema carecía de dificultad por lo que le contaban. La existencia, por lo visto, de un fantasma que por las noches merodeaba por el edificio. Según describían los pocos que lo sintieron, se movía principalmente cerca de las obras de arte. Como si de una persona se tratase contemplando las diferentes colecciones allí expuestas. El plan era simple, se quedaría esta noche solo con el espíritu y con los cuadros para conocer las razones de su permanencia. Sabiéndolas, solo tendría que pensar como conseguir romper con el pasado del fantasma para que este se pudiese ir en paz.
Explicado el objetivo de su presencia allí, los directores abandonaron las instalaciones para permitir su trabajo.
Como las anteriores veces en estos casos, se puso a caminar despacio dando una vuelta completa alrededor del diamante. Con esto se dejaría ver ante el fantasma en un espacio abierto para crear cierta confianza con el. Después se introdujo en una de las galerías, siempre despacio, sin movimientos bruscos, y continuó por ella hasta que comenzó a distinguir una silueta blanca. Aquel era el fantasma, no cabía duda, una forma difusa, blanquecina y traslúcida solo podía ser el. Se acercó y observó como dicha silueta comenzaba a cobrar forma de lo que podría ser un pintor de épocas antiguas. Debía ser un pintor por su paleta y su pincel, cada uno en una mano, y la época no sabía localizarla con exactitud porque las prendas que llevaba podían abarcar un periodo largo de tiempo...CONTINUARÁ

lunes, 6 de febrero de 2012

Pensamientos


No puede ser. ¿Qué hace ahí? No estaba ahí. No lo cogí. Lo han visto. Qué gilipollas. Estaba escondido. O no. Alguien me vio. Puede ser. Lo han descubierto. Lo vuelvo a esconder. No. Nadie ha dicho nada. Nadie sabe nada. Joder. Está limpio. ¿Lo limpié? Antes de esconderlo. ¿Lo dejo? ¿No lo dejo? Estúpido, estúpido. Se ve mucho. Lo muevo. No. Se pueden enterar. No puede ser. El timbre. ¿Será él? No abras. Que pesado. No para. Tengo que abrir ¿Lo cojo? Se ve. Sí. Abro la puerta. Lo hago. Como pesa. La puerta cerrada. Qué gilipollas. Ahora son dos.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Cuando La Realidad Supera a La Ficción

- Abuelo, abuelo, ¡cuéntame un cuento! - Le dijo Juan a su anciano abuelo, hombre de pelo y cejas canas, gafas a la altura de la parte baja de la nariz, ciertamente deformada por el peso de los cristales de los que se podrían sacar una vajilla de vasos entera, cuya cara, por efecto de los años había cedido a la fuerza de la gravedad con un resultado de gran papada y carrillos con denominación de origen "perro pachón", pero en cuya cabeza existía una gran experiencia y sabiduría sobre la vida.
- ¿Pero a estas horas quieres un cuento? Tendrías que estar durmiendo, mira que horas son. - Le señaló el viejo reloj de cuco, tan viejo que el pobre pájaro solo quería suicidarse, después de tantos años la figura permanecía fuera de su caseta colgando del palo que le sacaba y le devolvía detrás de la puertecita. El reloj, con tallaje en madera, marcaban las doce de la noche.
- Ya abuelo pero es que no puedo dormir, no tengo sueño. - Dijo el nieto excusándose para poder escuchar la historia.
- Está bien, te contaré un cuento pero después te irás a dormir ¿vale? Ese es el trato. - Cedió mirándole con ojos sentenciosos.
- Sí si, luego me voy a dormir, ¡pero cuéntame el cuento abuelo! - Le dijo su nieto con ilusión y con ansia.
- Muy bien, el cuento dice así:
Érase una vez en la selva, un grupo de animales bastante curioso, un elefante, cuatro pájaros y un montón de hormigas. Estos, tenían una relación muy especial porque cada uno tenía su propia función dentro del grupo que formaban.
- Pero abuelo, ¿Eran amigos? - Preguntó con interés Juan.
- No exactamente, pero ahora verás su relación. - Aclaró el anciano.
El elefante, animal de grandes proporciones, no hacía más que comer todo el día aumentando el tamaño de su barriga constantemente. Ya le compensaba llegar al suelo para arrastrarla y no tener que cargar con ella. La gula era su lema.
- Pero abuelo, ¿Comer tanto no es malo? - Dijo extrañado.
- Claro que es malo. - Confirmó el abuelo mientras se subía las pesadas gafas que estaban situadas al límite de su nariz.
Por otro lado, estaban los cuatro pajarillos que volaban, oteaban al horizonte para localizar comida y decírselo al elefante, el cual ordenaba a las hormigas para que la trajesen, daba igual lo lejos que estuviese.
- Pero abuelo, ¿las hormigas no hacían más que trabajar? - Preguntó sin comprender aquello.
- Claro que sí, pero continúo con la historia. - Respondió para seguir el cuento.
Aquellos pajarillos solían hacer siempre lo mismo, hablaban mucho entre ellos para después, el que parecía mayor meterse en una de las orejas del elefante y susurrarle cosas que las hormigas nunca conseguían oír. Después, el elefante mandaba a las hormigas.
Estas al final acababan acatando las órdenes y se desplazaban para volver con la comida.
- Pero abuelo, a mi no me gustaría ser hormiga. - Dijo con cara de negación.
- Lo se, lo se, ya verás, pero sigamos con la historia. - Contestó con cierta irritación.
Esta comida no se dividía de manera equitativa. El elefante se llevaba gran parte así como los pajarillos, y las hormigas comían menos que ellos.
- Pero abuelo, los pajarillos se llevaban más comida que las hormigas que son un montón, ¿para qué? si no la necesitaban para nada. ¿Y el elefante que no hacía nada y también se llevaba más comida? - Preguntó indignado.
- Espérate que todavía no he acabado. - Respondió el abuelo con visible enojo.
La división de la comida lo hacía el elefante, pero siempre con la orden previa de los pájaros.
- Pero abuelo, ¡este cuento que me estás contando es una mierda! Las hormigas hacen el trabajo y son las que menos comida tienen, y los pájaros y el elefante no son nada buenos. Son una panda de bandarras porque se quedan con toda la comida sin necesitar tanto. Y los pájaros no pueden comer tanto, así que se estaban guardando comida seguro. Así, cuando no hubiese comida, los pájaros serían los que controlasen el cotarro y por eso el elefante no hace más que recibir órdenes de los pájaros mafiosos. No me gusta esta historia porque tampoco entiendo cómo siendo tantas las hormigas, no se enfadan y pican a los elefantes y los pajarillos. ¡Ellas tendrían el poder y esta historia es una basura! - Sentenció el pequeño.
El abuelo se quedó atónito ante su nieto mientras sus gafas iban resbalando hacia la punta de la nariz a la vez que su boca se abría de la misma manera. El pájaro cucú se cayó directamente al suelo.
Cuando salió de su asombro dijo - Juan, no te permito que me hables así. - Le reprimió.
- Joder abuelo, la próxima vez me dices que los políticos solo obedecen las órdenes de grupos de presión, que son los que tienen el dinero, los que manejan y que los dirigentes del gobierno no solo no hacen nada, si no que chupan del bote mientras la gente se parte el espinazo currando para llevarse cuatro duros. Que no abuelo, que no. Que no inventes cuentos. Me voy a dormir. - Y se levantó y se fue.
Al abuelo se le quedó la palabra en la boca así como la mano alzada para acompañar a la bronca que iba a descargar sobre el nieto. El pájaro cucú terminó de palmarla por la sorpresa de los acontecimientos.
Al final, el abuelo comenzó a sonreír porque el niño, de una manera u otra, entendía cómo funcionaba la vida.

miércoles, 25 de enero de 2012

La puta vida

Disparó asustando, disparó hiriendo, disparó matando...y cuando se dio cuenta de lo que había hecho sintió el miedo, el miedo de aquél que el arma ya no le protege, ya no le hace sentir seguro, sentir superior, porque descubrió que era un cobarde, que no tenía cojones para afrontar lo que había hecho. Miraba de un lado a otro atónito, viendo la muerte esparcida a cada rincón que dirigía la mirada, el dolor sembrado y reflejado en aquellas caras, en aquellas personas heridas que le devolvían miradas aterradas y nubladas por las lágrimas. No entendía qué había hecho, qué le había provocado a seguir el oscuro camino de la aflicción, el calvario y la muerte. Solo sabía que había sido él el autor de tal suceso. Observaba sus manos sin comprender cómo estas pudieron ejecutar sus órdenes. Estaban manchadas de sangre, se sentía sucio y se las intentaba limpiar en sus ropas de manera nerviosa pero esta se secaba rápido, quedándose pegada en sus manos al igual que en su conciencia. Empezaba a buscar maneras de huir, de salir de ahí, de ir lejos donde nadie jamás pudiera encontrarle. Pero allá donde fuera sería encontrado, allá donde se escondiera sería descubierto y allá donde huyese sería atrapado.
La puta vida, la vida que jamás comprendió y que jamás le comprendió a él. Esa vida que le hizo la existencia imposible en forma de violencia, en un medio en el que la única ley era la del más fuerte. Y esa no era la suya, era cobarde, un gallina, un cagueta, un miedica, un mierda que recibió palos y palos uno detrás de otro, sufriendo humillaciones una detrás de otra sin entender por qué, ¿por qué? Achantándolo cada vez más, dejándolo recluido en su propia mente allá donde nadie le pudiese hacer daño, donde estuviese a salvo. Solo quería sentir por una vez el poder del miedo, del terror y de la violencia que nunca consiguió tener, notar la adrenalina y sentirse grande, importante. Aquello le emborrachó, le embriagó de tal manera que no sabía lo que hacía. Vuelta a la cordura, a la realidad, se dio cuenta de las consecuencias, del resultado de algo que precisamente él llevaba odiando toda su vida, un lastre con el que nunca pudo, aquello que le destrozó por dentro y que él lo repitió pero de la manera más dura, cruenta y sobre todo, cobarde. Jamás podría ser otra cosa y ahora más que nunca, siempre seguiría siendo el mismo mierda. Lo pensó un instante...tendría que usar su pistola solo una vez más...

miércoles, 18 de enero de 2012

Soñando

Soñando estaba en volar
delante de la ventana,
no hacía el tiempo más que pasar.
Mientras, cantaba una nana
con la mirada perdida
en un horizonte sin un mañana.
Hoy es hoy pero nunca mañana
y aunque soleada, nublada o llovida,
mañana no será, mañana no cambiará,
porque todos son iguales,
hoy es hoy pero nunca mañana.
Solo vive de los retales,
de un pasado que cree feliz
sin darse cuenta en el desliz
de que su presente será su pasado
y cuando no quede futuro,
es entonces cuando se habrá enterado
de que lo más duro,
es que lo que quiere no haya llegado.
Entonces, cantará una nana
con la mirada perdida
en un horizonte sin un mañana
porque hoy es hoy pero nunca mañana.

domingo, 8 de enero de 2012

La Moneda


Me habían contado que en la tienda de Bernard por lo visto había cosas que podrían interesarme. Tenía un cliente muy bueno que, como todas las semanas, quería que le enseñara algo que le gustara. En la Plaza Mayor había mucha competencia y había que saber cuidar a los buenos clientes, esta semana él quería algo especial ya que tenía una visita importante y quería impresionarla. Siempre confiaba en mí y yo sabía lo que le gustaba. Eso me daba ventaja porque en este negocio las cosas no tienen precio concreto, sino lo que la otra persona quiera pagar, y si conseguía que se enamorara del artículo, tendría el negocio asegurado.
En la tarde fría y oscura del invierno ya la había localizado, era tal cual me la habían descrito, con el exterior de madera oscura con cristales que dejaban ver una iluminación escasa de diferentes lámparas situadas para iluminar los distintos objetos, escritorios diversos con adornos de taracea formando diferentes dibujos, otros con persianillas y con gavetas, también distintas lámparas, sillas de madera, unas ostentosas y otras simples, pero de formas bonitas y objetos diversos.
Entré deseando que tuviera lo que venía buscando. Era un olor muy peculiar y muy familiar para mí, el de una tienda de antigüedades. Según entré me dio la sensación de que habían aprovechado hasta el último rincón con cualquier artículo que cupiese. Me encontré con el dependiente que parecía el dueño de la tienda, un hombre mayor, con el pelo cano, gafas al límite de la nariz y una papada que hacía su barbilla sin fin y una chaqueta gris con la misma antigüedad que los artículos que vendía.
Me saludó con una voz casi salida del propio averno y le comenté mi búsqueda de una moneda antigua especial para un cliente especial. Aquellos ojos escondidos por la edad de repente aumentaron de tamaño apareciendo un brillo especial. Se fue a la trastienda. Parecía saber lo que quería.
Cuando volvió traía en sus manos muchas monedas metidas en una caja de metacrilato con una presentación impecable, sobre todo para un amante de la numismática como yo. Empecé a ojear con ansia para encontrar alguna diferente, pero entre las que había en la caja es cierto que había algunas realmente buscadas, pero no era lo que quería. Aparte, el dependiente también trajo una bolsita de Judas que se sacó del bolsillo de su chaqueta y la puso encima del mostrador. Me miró con el mismo brillo en los ojos que antes, luego miró la bolsita de Judas con una leve sonrisa en su cara, así que la cogí y la abrí. Dentro había lo que parecía una caja de cristal, y una vez la saqué, contemplé a través del vidrio una moneda de pequeño tamaño de lo que semejaba también cristal pero con un brillo mate, apagado. Nunca había visto monedas de este material. El dependiente se dio cuenta de mi desconcierto así que me aclaró que la moneda estaba hecha de sal, en concreto de Halita ó Sal Gema, cosa que no comprendí porque la sal no tiene valor o en este caso, menos de lo que pueda estar hecha una moneda de oro, de plata, de bronce ó cualquier otro metal ó aleación.
El anciano comenzó a explicarme que la sal en tiempos antiguos sí tuvo mucho valor como artículo de cambio, tanto porque el hombre necesita 1.500 miligramos para sobrevivir como porque es un conservante y un antibiótico. En la antigüedad muchos pueblos lo utilizaron como artículo de cambio, en casos, hasta se libraron guerras por el control de la sal.
Mientras, yo miraba la moneda con atención hasta que de repente me quedé cegado por un sol de gran intensidad, tenía que acostumbrar los ojos a la luz para poder abrirlos. No entendía nada y al poco conseguí ver.
Aquello me conmocionó, estaba en mitad del desierto a pleno sol delante de la construcción de lo que parecía una pirámide. Multitud de personas moviendo gigantescas piedras con cuerdas, otros transportando materiales y otros con direcciones diversas, todos ellos bajo la fuerza del gigante de fuego.
Me observé a mí mismo, estaba vestido de sacerdote sentado en un pequeño trono al lado de una persona realmente importante, de hecho, parecía un Faraón, quizás Zoser perteneciente a la tercera dinastía, seguramente, por sus vestimentas y adornos. Ambos estábamos sobre un pedestal de granito tallado con una escalera de acceso, lo que nos daba una perspectiva general de lo que pasaba a nuestro alrededor.
Al poco subió un soldado con un mensaje que me cedió a mí. Lo abrí y sorprendentemente comprendía todos aquellos símbolos. Lo leí en alto para que el Faraón lo oyese. Aquél contaba la existencia de un material con el que se podría hacer el símbolo.
Fueron pasando los días y seguía atrapado en aquella ficción tan real, siempre sabiendo lo que tenía que hacer de manera inconsciente e intuitiva que resultaba estar perfectamente acorde con las costumbres del pueblo Egipcio. Poco a poco me fui integrando en la dinámica de las actividades y aprendiendo cosas increíbles como la construcción de las pirámides.
La construcción de las pirámides era precisamente lo que estaba consumiendo una gran cantidad de recursos, aparte de que la moral del pueblo egipcio se iba evaporando poco a poco. Zoser, para contrarrestar esto, tenía la intención de hacer un símbolo de un material que representara a Rá, el Dios del Sol. Mandó a un contingente de soldados para que consiguieran ese material del que había oído hablar que tenía la maravillosa propiedad de emitir rayos de luz. Creía que eran pedazos del mismísimo Dios del Sol. Cuando aquel contingente volvió, llegaron con un pequeño pedazo de aquella sustancia. Habían cambiado todo aquello que se llevaron, parte de cosechas de guisantes, lechuga y lentejas.
El Faraón mandó tallarlo con la forma del sol, redondo, pero plano porque era solo una mínima parte de aquella masa ígnea. Su deseo también era imprimir su cara en uno de los lados, ya que él, como divinidad, en su representación, formaba parte de aquel pedazo.
Todo aquello dio lugar a la moneda, no llamada así por ellos, tallada en sal, material que los egipcios creyeron que en algún momento fue parte de Rá.
Todo aquel proceso, de principio a fin, llevó cerca de 9.125 soles, unos 25 años aproximadamente, momento en el cual, volví a aparecer en la tienda en la misma posición que estaba, observando la moneda que sujetaba con los guantes de lana. Me fijé en la cara, que me miraba a través de aquellos ojos ligeramente blanqueados por el tiempo, que parecía sonreír, seguramente porque se había dado cuenta de que quería aquella moneda.
Después de todo aquello comprendí el valor incalculable de esta pieza de sal, pero no entendí por qué el dependiente la vendía, puesto que yo no se la iba a vender a mi cliente. La moneda tenía un inseparable valor sentimental que no tenía precio.
El anciano puso una cantidad desorbitada y es que en este negocio mostrar las intenciones o los sentimientos te puede costar muy caro. Me había hecho con creces lo que yo pretendí hacer a mi cliente. Pagué y salí de la tienda rebosante de alegría por llevarme aquel inexplicable y misterioso artículo de sal.
Al volver a la calle, el frío del invierno hizo mella en mí, ya que me notaba de movimientos pesados, lentos y con poca agilidad.
Según me dirigía a casa, me invadían las ganas de volver a mirar la moneda para intentar desentrañar el gran misterio, que a pesar de su tamaño, contenía.
Cuando llegué, después de unas extrañas por fatigosas escaleras, abrí la puerta de la entrada, hice unos movimientos espasmódicos como si quisiera sacudirme el frío y me quité el abrigo para dejarlo en el perchero encastrado con el resto de los suyos. Tenía las manos heladas, así que los guantes seguirían haciendo su función un rato más. Miré la temperatura de la casa que estaba en el mando del termostato, al lado del abrigo recién colgado y marcaba una temperatura razonable. Saqué del bolsillo mi pequeño tesoro, lo observé durante un rato mientras me hacía mil preguntas hasta que me di cuenta de que estaría más cómodo en el sofá. Al dirigirme hacia el salón, pasé por el espejo del recibidor, en el cual me pareció ver algo raro, así que retrocedí para verlo mejor y aquello me heló la sangre. Había envejecido cerca de 25 años.