El Teniente De La Riva se lo había dejado
bastante claro, tenía que salir de la trinchera e ir directo a través de la
zona de fuego hasta la siguiente que había excavada a 200 metros más adelante.
- Soldado de primera Cruz de
Dios, tendrá que atravesar parte del campo de fuego para llegar a la siguiente
trinchera y comprobar si existe enemigo alguno, y en caso de que así sea, ¡eliminarlo!
– dijo con nerviosismo – recuerde que este tipo de acciones son las que pueden
marcar una diferencia, hacer que la balanza se incline ligeramente hacia
nuestro favor. Salga ahí, llegue hasta la trinchera, elimine al enemigo y
conseguirá que avancemos en esta guerra, sabe que confío en usted porque sé que
lo logrará. – se quedó callado fijando su mirada penetrante sobre sus ojos, una
mirada de un hombre sin miedo que transmitía fuerza y seguridad sobre él, esperando
a su aprobación.
El soldado de primera Cruz de
Dios asintió con la cabeza, llenó sus pulmones de aire viciado con sabor a
pólvora y salió de la zanja. Empezó a correr a través del campo de fuego
notando como los proyectiles se empezaban a avivar conforme se iba acercando
hacia la trinchera, unos cerca y otros más lejos. A mitad de camino empezó a
notar como sus pulmones ardían por dentro cada vez que cogían aire, solo tenia
en mente llegar hasta allí a través de la lluvia de disparos que iban de un
lado a otro hasta que de repente, a la izquierda, hubo un sonido ensordecedor con
tal fuerza que le desplazó hacia la derecha tirándole al suelo. Pronto se
recuperó y echó a correr al ver que su objetivo estaba muy cerca cuando se
tropezó con un hoyo que había en el
terreno cayendo de nuevo al suelo, y según se volvía a levantar, oyó un sonido
metálico y notó un impacto en el casco que casi le tira al suelo, pero no le
impidió llegar por fin hasta la trinchera donde se dejó caer con la bayoneta
apuntando a un lado y a otro, hasta que se dio cuenta de que no había ningún
enemigo a la vista. Suspiró descansando unos segundos y observó el proyectil
que se había clavado en el casco. Empezó a cavilar que siempre el Teniente
conseguía convencerle para hacer estas locuras, y al pararse a pensar se daba
cuenta de las acciones suicidas que acababa haciendo. Pero en el fondo le
gustaba. No sabía si era la adrenalina o el riesgo que le hacían sentir como si
se tirase al vacío pero con más intensidad, ya que aquí podía morir en
cualquier instante.
Al rato, llegaron más compañeros
del pelotón y el Teniente De La Riva.
Mientras el resto del pelotón revisaba la existencia de algún
posible enemigo en la defensa, el Teniente se dirigió a Cruz de Dios:
- Muy bien soldado, le felicito
porque ha hecho una acción de gran valor e importancia. Ahora descanse soldado.
Esta noche tendrán una misión de gran relevancia. - Aseveró el Teniente...CONTINUARÁ
Parece que escribes con una prosa lírica, tiene un ritmo al estilo de Edgar Allan Poe. Espero la segunda parte!
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