miércoles, 11 de abril de 2012

Pista


Un golpe. Un candelabro. Estaba en el suelo, le habían lesionado y se arrastraba. No podía mover la pierna de la contundencia del impacto. Tenía que salir de la biblioteca. Todavía tenía algo de tiempo ya que consiguió alcanzar a su agresor en la cara, con el canto de uno de los libros de una de las estanterías, en el instante en que el asesino le asestó con el candelabro. Si quería alguna posibilidad de vivir tendría que salir de aquella habitación. Seguía arrastrándose hacia puerta hasta que se le ocurrió una idea mejor. Intentaría coger el candelabro y tirarlo por la ventana. Aquello le daría más tiempo para salir de allí o por lo menos continuar vivo un poco más. Le daba miedo porque se tendría que acercar al hombre que estaba tendido en el suelo. Le debió golpear en la cabeza para que cayese como un fardo. La pierna le dolía demasiado pero se dirigió al agresor y se dispuso a agarrar el candelabro en el mismo momento en que este también lo hacía. De repente, había abierto los ojos y con cara de ira tiró del candelabro hacia sí. Forcejearon en el suelo hasta que el asesino perdió el objeto contundente. Él, a pesar del dolor agudo que le atenazaba a la pierna, logró impactarle con el arma en el torso, el agresor cayó y él se arrastró en busca de la salida de aquella estancia. Llevaba el candelabro en la mano. Cuando logró alcanzar la puerta, se fijó que por la parte exterior a la habitación había una llave encajada en la cerradura. Miró al interior de la biblioteca y vio al hombre tumbado en el suelo con el libro con el que le había sacudido la primera vez cerca suyo también en el piso. Se limitó a cerrar la puerta y echar la llave. Le había echado a perder el Cluedo.

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