Después del encuentro llegaba el
momento de la comunicación. Cada fantasma se comunicaba de una forma diferente.
Ninguno emitía ningún tipo de sonido pero tenían una característica concreta a
través de la cual se expresaban. En este caso, el vehículo de la comunicación
podría ser el pincel.
Así que se quedó parado viendo
cómo el fantasma se acercaba a él, le rodeaba mientras lo observaba y se
situaba cerca del cuadro más próximo. Se le quedó mirando un rato, tenía una
mirada triste, un poco melancólica. Poco después comenzó a mojar su pincel en
la paleta y se dispuso a pintar sobre el cuadro. Él se acerco despacio para
observar si aquellos trazos significarían algo.
El cuadro original parecía que
había perdido todo rastro de lo que fue, solo quedaba el marco y el lienzo sobre
el que el fantasma lanzaba pinceladas con movimientos muy concretos y seguros,
movimientos que daban a entender que estaba visualizando perfectamente lo que
quería representar.
Poco a poco se fue distinguiendo
lo que parecía el interior del museo actualmente, concretamente la zona en la
que estaban situados los dos. Estaba oscuro pero se observaba el resplandor del
diamante.
Cuando parecía que el fantasma
consideró que había finalizado, se deslizó hacia atrás e hizo un gesto
indicándole el cuadro. Era una señal para decirle que lo había acabado, así que
él se acercó un poco más y efectivamente estaba en lo correcto, era una imagen
de la parte de la galería en la que estaban, en la que aparecía una silueta y
el brillo de la piedra preciosa. Él intuyó que era él. De repente, el fantasma
se aproximó al cuadro y comenzó a pintar de nuevo, esta vez con más rapidez que
la anterior pero con igual seguridad y certeza que antes. Él se apartó para
permitir que volviera a retomar el cuadro.
Poco después, se volvió a apartar
dejándose llevar por el aire y le hizo el mismo gesto que antes. Entonces él se
acercó para observar y vio que la escena parecía igual, solo que en este caso
el brillo del diamante no se apreciaba. Volvió a ver la misma silueta que antes
en el mismo sitio. No estaba entendiendo el mensaje que el fantasma le estaba
queriendo transmitir.
El espíritu volvió a la carga
sobre el cuadro con sus nuevas pinceladas. Cada vez tardaba menos en la
ejecución de las imágenes. Esta vez, al igual que las anteriores, se escurrió
hacia atrás flotando. Él se acercó apresurado a ver la siguiente
representación. En ese momento la luz existente disminuyó y se dio cuenta de
que el brillo del diamante había desaparecido de la galería. Miró a los lados
para asegurarse de que así era y después observó al fantasma. Continuaba con la
misma expresión en la cara pero claro, al momento cayó en que los espíritus
solo podían expresar el sentimiento que los mantenía atados al mundo terrenal. Este
comenzó a restregar su pincel sobre la paleta mientras se acercaba de nuevo al
cuadro comenzando otra imagen. Esta vez iba muy rápido pero siempre seguro de
lo que pintaba. Cada imagen parecía verla con mucha nitidez mientras la
realizaba.
Según acabó, se volvió a retirar
suspendido en el aire. Él se precipitó para ver la nueva imagen. Esta vez el
cuadro no parecía haber cambiado en nada. El brillo del diamante seguía sin
aparecer. Aunque según se fue fijando observó a la primera silueta de las
imágenes anteriores y le pareció discernir a otra silueta. Parecía que había
dibujado a ambos pero seguía sin comprender el sentido de todo esto.
Miró al fantasma y le hizo un
gesto de incomprensión. El espíritu le observó y volvió a mover su pincel sobre
el lienzo con una rapidez extraordinaria. La nueva imagen estaba lista. Él se
acercó de nuevo y observó que la representación volvía a ser la misma, con la
diferencia de que la segunda silueta estaba más cerca de la primera. Se quedó
pensando. No entendía. Él y el fantasma. No lo relacionaba. De repente, notó
cómo unas manos le agarraban el cuello y empezaban a apretar fuerte. Él intentó
aflojarlas pero tenían mucha fuerza. No podía respirar, parecía que le iba a
estallar la cabeza de la presión. Veía al fantasma inmóvil observando. Totalmente
insensible al acontecimiento. Poco a poco notaba como las fuerzas le
abandonaban de las extremidades y la vista se le nublaba hasta que la negrura
le invadió. Empezaron a pasar por su mente las imágenes dibujadas por el
fantasma una detrás de otra, una y otra vez. En ese momento se dio cuenta de
que los fantasmas eran invisibles.
FIN
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