miércoles, 1 de febrero de 2012

Cuando La Realidad Supera a La Ficción

- Abuelo, abuelo, ¡cuéntame un cuento! - Le dijo Juan a su anciano abuelo, hombre de pelo y cejas canas, gafas a la altura de la parte baja de la nariz, ciertamente deformada por el peso de los cristales de los que se podrían sacar una vajilla de vasos entera, cuya cara, por efecto de los años había cedido a la fuerza de la gravedad con un resultado de gran papada y carrillos con denominación de origen "perro pachón", pero en cuya cabeza existía una gran experiencia y sabiduría sobre la vida.
- ¿Pero a estas horas quieres un cuento? Tendrías que estar durmiendo, mira que horas son. - Le señaló el viejo reloj de cuco, tan viejo que el pobre pájaro solo quería suicidarse, después de tantos años la figura permanecía fuera de su caseta colgando del palo que le sacaba y le devolvía detrás de la puertecita. El reloj, con tallaje en madera, marcaban las doce de la noche.
- Ya abuelo pero es que no puedo dormir, no tengo sueño. - Dijo el nieto excusándose para poder escuchar la historia.
- Está bien, te contaré un cuento pero después te irás a dormir ¿vale? Ese es el trato. - Cedió mirándole con ojos sentenciosos.
- Sí si, luego me voy a dormir, ¡pero cuéntame el cuento abuelo! - Le dijo su nieto con ilusión y con ansia.
- Muy bien, el cuento dice así:
Érase una vez en la selva, un grupo de animales bastante curioso, un elefante, cuatro pájaros y un montón de hormigas. Estos, tenían una relación muy especial porque cada uno tenía su propia función dentro del grupo que formaban.
- Pero abuelo, ¿Eran amigos? - Preguntó con interés Juan.
- No exactamente, pero ahora verás su relación. - Aclaró el anciano.
El elefante, animal de grandes proporciones, no hacía más que comer todo el día aumentando el tamaño de su barriga constantemente. Ya le compensaba llegar al suelo para arrastrarla y no tener que cargar con ella. La gula era su lema.
- Pero abuelo, ¿Comer tanto no es malo? - Dijo extrañado.
- Claro que es malo. - Confirmó el abuelo mientras se subía las pesadas gafas que estaban situadas al límite de su nariz.
Por otro lado, estaban los cuatro pajarillos que volaban, oteaban al horizonte para localizar comida y decírselo al elefante, el cual ordenaba a las hormigas para que la trajesen, daba igual lo lejos que estuviese.
- Pero abuelo, ¿las hormigas no hacían más que trabajar? - Preguntó sin comprender aquello.
- Claro que sí, pero continúo con la historia. - Respondió para seguir el cuento.
Aquellos pajarillos solían hacer siempre lo mismo, hablaban mucho entre ellos para después, el que parecía mayor meterse en una de las orejas del elefante y susurrarle cosas que las hormigas nunca conseguían oír. Después, el elefante mandaba a las hormigas.
Estas al final acababan acatando las órdenes y se desplazaban para volver con la comida.
- Pero abuelo, a mi no me gustaría ser hormiga. - Dijo con cara de negación.
- Lo se, lo se, ya verás, pero sigamos con la historia. - Contestó con cierta irritación.
Esta comida no se dividía de manera equitativa. El elefante se llevaba gran parte así como los pajarillos, y las hormigas comían menos que ellos.
- Pero abuelo, los pajarillos se llevaban más comida que las hormigas que son un montón, ¿para qué? si no la necesitaban para nada. ¿Y el elefante que no hacía nada y también se llevaba más comida? - Preguntó indignado.
- Espérate que todavía no he acabado. - Respondió el abuelo con visible enojo.
La división de la comida lo hacía el elefante, pero siempre con la orden previa de los pájaros.
- Pero abuelo, ¡este cuento que me estás contando es una mierda! Las hormigas hacen el trabajo y son las que menos comida tienen, y los pájaros y el elefante no son nada buenos. Son una panda de bandarras porque se quedan con toda la comida sin necesitar tanto. Y los pájaros no pueden comer tanto, así que se estaban guardando comida seguro. Así, cuando no hubiese comida, los pájaros serían los que controlasen el cotarro y por eso el elefante no hace más que recibir órdenes de los pájaros mafiosos. No me gusta esta historia porque tampoco entiendo cómo siendo tantas las hormigas, no se enfadan y pican a los elefantes y los pajarillos. ¡Ellas tendrían el poder y esta historia es una basura! - Sentenció el pequeño.
El abuelo se quedó atónito ante su nieto mientras sus gafas iban resbalando hacia la punta de la nariz a la vez que su boca se abría de la misma manera. El pájaro cucú se cayó directamente al suelo.
Cuando salió de su asombro dijo - Juan, no te permito que me hables así. - Le reprimió.
- Joder abuelo, la próxima vez me dices que los políticos solo obedecen las órdenes de grupos de presión, que son los que tienen el dinero, los que manejan y que los dirigentes del gobierno no solo no hacen nada, si no que chupan del bote mientras la gente se parte el espinazo currando para llevarse cuatro duros. Que no abuelo, que no. Que no inventes cuentos. Me voy a dormir. - Y se levantó y se fue.
Al abuelo se le quedó la palabra en la boca así como la mano alzada para acompañar a la bronca que iba a descargar sobre el nieto. El pájaro cucú terminó de palmarla por la sorpresa de los acontecimientos.
Al final, el abuelo comenzó a sonreír porque el niño, de una manera u otra, entendía cómo funcionaba la vida.

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