miércoles, 9 de marzo de 2016

El Maletín

Le llamaban Diablo. El mejor espía de todos los tiempos. Hay quién dice que siempre ha tenido algo de maligno, de Satanás en su mirada, en su manera de hablar, en sus gestos y en su manera de hacer. Tal es su influencia actualmente, que hasta las altas esferas empiezan a tenerle miedo. Hasta el punto de no saber qué es peor, si tenerlo de amigo o de enemigo.
Sus inicios no son claros, ya que las personas que lo vieron nacer han muerto, pero las habladurías dicen que se crió en un orfanato de monjas, muerto su padre y abandonado por la madre. Quizás llevase la semilla del mal desde su nacimiento ya que su padre fue uno de los asesinos en serie más temibles de la historia, abatido a tiros, más por la justificación de aniquilar a un monstruo que por cualquier otra causa. 
El chiquillo era muy introvertido pero demostraba grandes habilidades en casi todos los campos intelectuales. Gran estratega decían las monjas, sobre todo para conseguir fugarse una y otra vez del orfanato. En eso no fallaba. Conforme se hizo un poco más mayor, su inteligencia se había desarrollado de manera desmesurada, hasta tal punto que los servicios secretos ya le estaban vigilando para captarle en cuanto tuviese la edad reglamentaria. Era perfecto, inteligente, grandes dotes de estrategia y sin nada ni nadie que perder. Si se moldeaba desde el principio se podía llegar a conseguir un agente excepcional. Y lo mejor de todo es que él estaba totalmente de acuerdo.
Comenzó su carrera, como es de esperar, desde abajo, aprendiendo todos los secretos de la profesión a través de un tutor, un espía veterano, de los mejores, que veía en el chico un grandísimo sucesor suyo. A partir de ahí le fueron introduciendo en pequeñas operaciones de infiltración sin mucho riesgo y, al comprobar que se le quedaban pequeñas, se le asignaron misiones más importantes. Poco a poco iba adquiriendo su propia personalidad, muy agresivo en la manera de llevar a cabo el trabajo, pero muy eficaz. Le gustaban los trajes negros combinados con camisas de color rojo intenso, rojo sangre y siempre con el cuello desabrochado. La eficacia en el éxito de sus misiones era bastante elevada, lo que hacía ganarse el beneplácito de sus superiores para tener una mayor libertad en el modo de ejecutar sus acciones. 
Todo cambió el día en que se hizo con el maletín, un maletín negro. Si sus estadísticas eran buenas, estas pasaron a ser extraordinarias y muchos lo asociaron con el maletín. Lo sorprendente no fue solo eso, sino que además de su capacidad de resolución, era que había conseguido reducir en más de la mitad la duración de las misiones. No sólo había mejorado su tasa de éxito, sino que también había mejorado su eficacia. Era el agente diez. Bueno, para algunos era el agente 666. O el agente Diablo. O directamente el Diablo. Este apodo se lo fue ganando con el tiempo, conforme diferentes agentes iban averiguando su modus operandi para poder copiarlo, pero al final todo se reducía al maletín. Era un maletín realmente misterioso. Diablo conseguía acercarse a los objetivos ganándose su confianza poco a poco hasta que, llegado el momento crítico en el que existía el riesgo de que esa confianza se pudiera romper en beneficio del éxito de la misión, entonces sacaba el maletín. Lo situaba delante del objetivo y lo abría ante la mirada atónita del mismo. Entonces los papeles cambiaban, ahora era Diablo quien estaba por encima del objetivo y este haría todo lo que quisiera el agente 666. El ritual se repetía una y otra vez, abría el maletín y la persona que lo veía caía rendido a sus pies. Y la pregunta, claro, era, ¿qué contiene el maletín? Pregunta sin respuesta. Nadie lo sabía. Y era imposible saberlo, aunque esto no es del todo correcto. Aquellos que intentaban saber su contenido acababan sabiéndolo, pero acababan bajo la influencia de Diablo una vez lo veían, lo cual conseguía cerrar el secreto para aquellos que no lo habían visto. 
La única explicación increíble pero válida, fue contada, curiosamente, por un agente al que llamaban Ángel. Después de haber rastreado todos los casos de Diablo, habérselos estudiado hasta el más mínimo detalle, e incluso de estar delante de la apertura del maletín, pero sin ver su contenido, su conclusión fue sorprendente. El maletín no contenía nada. Eso sí que era revelador, tanto trabajo para eso. Tanto misterio, tanto secreto, tanto enigma y tanta intriga para tal desenlace. Menudo fiasco. Claro, tal y como decía Ángel a todos, -Peculiaridad del ignorante es responder antes de oír, negar antes de comprender, y afirmar sin saber de qué se trata -, haciéndose eco de la frase célebre, -La verdad de todo esto no es lo que contiene el maletín, si no su interpretación- dijo a continuación, pero todo el mundo seguía sin entender, así que dejó la siguiente cuestión en el aire, -¿Qué puede ser más poderoso que la interpretación de las ambiciones de los hombres y las mujeres?- y al ver que el desconcierto continuaba, para dejarlo claro, sentenció con la siguiente pregunta, -¿Qué hombre o qué mujer diría que no a su mayor ambición o anhelo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario