Iba absorto en sus pensamientos en medio de la noche, una noche fría y desolada. Caminando a través de la calle, la niebla caía levemente, pero lo suficiente como para notar cómo penetraba la ropa y llegaba hasta sus huesos. Intentaba no hacer mucho caso del frío pensando en la conversación que había tenido con el Doctor. Aquello era realmente sobrecogedor, ¿cómo alguien puede levantarse y andar mientras está dormido? Aquello sin lugar a dudas era una especie de milagro con un toque diabólico. Según contaba el Doctor, aquellas personas parecían estar en trance, ordenadas por algo o por alguien, en aquellos movimientos lentos y pausados. Por lo visto no era recomendable despertarles porque les podría quedar secuelas, o incluso peor, no salir de aquel trance. Estaba claro que lo oscuro siempre iba a estar presente en este mundo, desde los inicios hasta ahora, iniciado el siglo XIX, y hasta el fin.
Algo lo sacó de sus pensamientos, un ruido poco perceptible llegó hasta él desde más avanzada la calle. La niebla y la oscuridad de la noche no le permitían ver a mucha distancia, lo que le impedía saber qué había producido aquel ruido. Se estaba empezando a inquietar, y gran parte de la culpa la tenía el Doctor con sus historias de personas en trances satánicos.
Poco a poco, más adelante, iba visualizando lo que parecía un bulto sobre el adoquinado. Conforme se iba acercando cada vez más, iba distinguiendo lo que parecía un cuerpo sin vida. Se paró y empezó a mirar en todas direcciones, no sabía qué hacer. Se acercó más. Quizás esa persona necesitara ayuda, o quizás ya no. La miró por un momento, estaba tumbada boca arriba, el rostro quedaba tapado por una boina que llevaba puesta y que, al caer, se le debió de girar hacia la cara. Era un hombre con ropas viejas y quizás algo mayor, según el aspecto de sus manos. Tendría que comprobar si estaba vivo o no. Según se estaba agachando para comprobar su pulso, de repente la mano de aquel hombre comenzó a moverse lentamente, lo que le hizo trastabillar del susto hasta caerse al suelo hacia atrás. Al incorporarse para ver qué estaba pasando, observó que el hombre se estaba levantando lentamente sin quitarse la boina de la cara, lo que le daba un aspecto temeroso. Él también se levantó, pero se quedó inmóvil una vez incorporado, no razonaba, su mente se había quedado bloqueada ante la visión de aquel hombre que, sin ver debido a la boina, se acercaba hacia él.
Avanzaba lentamente pero con rumbo firme hasta que le agarró de las ropas. Él se intentó zafar pero no podía, el hombre demostraba fuerza. Él solo imaginaba qué podría haber detrás de aquella boina, ¿qué tipo de rostro?, ¿escalofriante?, ¿terrorífico? No necesitaba ver, ¿tendría entonces ojos?, ¿o quizás simplemente estaba exagerando? ¿Podría ser un soñador andante como los descritos por el Doctor? En ese momento decidió eliminar toda duda quitándole la boina de la cara. La imagen fue impactante puesto que aquel rostro era corriente, solo tenía los ojos cerrados, era la impresión de esperar algo horrible y contemplar algo normal. Aquello le confirmó que debía ser un soñador andante, entonces intentó despertarle, aún a riesgo de que se quedase anclado en el trance, mediante unas palmadas en la cara. Aquello sí que le produjo escalofríos por todo el cuerpo haciendo que su corazón latiese más rápido de lo normal. El hombre había abierto los ojos y eran todo negro, no se distinguía la esclerótica del iris. Aquel rostro había adoptado un aspecto totalmente maligno con una expresión relajada y ojos vacíos que no reflejaban ningún color. Estaba muy asustado, no sabía la intención del hombre hacia él, pero no parecían muy buenas. Intentó zafarse para poder huir y dejarle atrás, pero no podía, el hombre a pesar de que aparentaba ser mayor, tenía fuerza suficiente como para tenerle agarrado sin dejarle ir. Intentó velozmente hacer un repaso mental rápido de todas las cosas que le había contado el Doctor, a ver si podía recordar algo que le pudiese ayudar y en una primera pasada no localizó nada, pero en una segunda sí que se acordó de que el Doctor le comentó que al parecer, estas personas, visualizan un objetivo que tienen que realizar, quizás dictado por algo o por alguien superior, y hasta que no lo cumplen no vuelven a su estado de quietud. En ese instante sintió cómo impactó el puño del hombre en su mejilla. Cuando se quiso dar cuenta, estaba en el suelo tumbado, quizás por la inercia del golpe, y con parte de la cara la totalmente insensible. No sabía qué hacer, aquel hombre se acercaba lentamente. A él no le daba tiempo a levantarse y salir corriendo, estaba medio mareado del golpe y no se veía capaz de tener la estabilidad necesaria como para hacerlo. Se le ocurrió, a partir de lo que le contó el Doctor, que podría intentar una treta para acabar con la situación, así que fingió que se derrumbaba en el suelo y que se quedaba inmóvil.
Después de un par de pasos ya no se escuchaba ninguno más, así parecía que se había parado. Esperó un poco más, no oía ningún ruido. Espero otro poco más, tampoco escuchaba nada, así que abrió los ojos e intentó dirigir la vista hacia donde estaba el hombre, intentando moverse lo menos posible. No entendía del todo lo que estaba viendo, el hombre estaba de rodillas, con los brazos en cruz y la cara levemente dirigida hacia arriba. Negaba con la cabeza algo, como si estuviese comunicándose con alguien, manteniendo su rostro inmutable. Aquel hombre, definitivamente, debía estar loco porque no encontraba explicación a su comportamiento. Pero aquel momento era idóneo, en el que el hombre estaba distraído, para intentar escapar ahora que se encontraba mejor del golpe. Se puso en pie y de repente la oscuridad disipó la poca luz que iluminaba la calle, escuchó un ruido seco, después otro grave mantenido cierto tiempo, para acabar nuevamente con otro seco y la luz volvió a su estado anterior. Él iba a salir corriendo pero la curiosidad pudo más por un momento, así que se volvió y vio al hombre tumbado en el suelo, como si alguien lo hubiera empujado hacia atrás, con los ojos cerrados. En aquel instante sintió pena por aquel hombre, a pesar de lo que le había hecho, ya que no tendría la culpa de ser un soñador andante, según el Doctor esa facultad no la eligen las personas, ella elige a las personas.
A pesar de este último y raro acontecimiento, parecía que la treta había dado sus frutos. El hombre se había vuelto a quedar quieto porque había logrado su objetivo. Ahora tenía la duda de si el hombre realmente estaba dormido o muerto, ya que quizás estos hechos habían sido tan intensos que, en su trance, a lo mejor le había causado algún tipo de exceso en su cuerpo dejándolo sin vida. Lo meditó un instante y fue a comprobarlo. Parecía que la escena se volvía a repetir, él acercándose al hombre para comprobar su estado, pero en este caso era diferente, aquel hombre parecía haber sufrido algo grave. Según fue a cerciorarse, al igual que antes, el hombre se movió, pero esta vez más rápido incorporándose y atenazándole el cuello con ambas manos. Notó la fuerza del hombre sobre su garganta, el aire se cortó en seco, no podía respirar. El terror le invadía por completo, intentaba escabullirse golpeando sus brazos pero no conseguía disminuir la presión que le estaba quitando la vida. La sangre se le agolpaba en la cabeza y los ojos parecía que se le iban a salir de las órbitas. Poco a poco notaba cómo las fuerzas le iban abandonando, pero no el terror y el miedo que invadía su cuerpo. En su mente solo tenía impresa la imagen que estaba viendo, aquel hombre cuyo rostro había cambiado completamente y que ahora denotaba ira, odio y junto con aquellos ojos negros, una expresión completamente diabólica. Sería lo último que viera, notó cómo sus párpados cayeron dejándolo todo oscuro, dejándolo a él solo ante lo desconocido, solo ante la muerte. Sus pulmones se vaciaron por última vez y lo último que sus oídos escucharon fue una voz procedente del mismísimo averno que decía:
Gracias Señor Oscuro por lo que me has dado,
Acabo de completar mi primera parte
El resto vendrá según lo acordado
No me olvido de recordarte
De la importancia de lo sellado
Pues izaré tan anhelado estandarte…
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